domingo, 8 de febrero de 2009

Cepillo de dientes.

Amanecieron muertos leyéndose en el periódico, en la sección "obituarios".
Sus ojos desorbitantes y las pupilas dilatadas como si estuvieran bajo el efecto de una sustancia alucinógena, trataban de conservar la calma y no perder la razón ante aquella extraña situación... el hecho de leer sus nombres en la página fúnebre concientes aún de que sus cuerpos continuaban calientes a causa del aquel encuentro que mantuvieron hace algunas horas.
Como si fuera una acción increíblemente cronometrada, ambos encendieron nerviosos unos cigarrillos, mientras exhalaban el humo buscaban un asiento, porque les temblaban las piernas, como si tuvieran de frente a Caronte anunciándoles que debían partir. Sus pulmones estaban tibios, pero las manos y los pies fríos. Derrepente la piel se les tornó amarilla y los labios adquirieeon un color pálido. Debajo de las uñas podían observar un color liláceo, o tal vez azulado.
Ella se levantó del sofá de la sala de su departamento y corrió al baño, luego de sumergir su rostro unas cincuenta veces en agua fría se dio cuenta de qu él se había olvidado su cepillo de dientes. Lo tomó, y apreciaba el color, azul como la camisa que llevaba puesta el día en que se conocieron, luego lo acercó a la naríz, olió las cerdas despeinadas tratando de recordar su aliento mañanero.
Él saltó de la cama que ni se había desarreglado, porque llegó casi al alba. También fue al baño, se dio una ducha en agua hirviendo para que sus mienbros helados recuperen la temperatura del resto del cuerpo. Al sentirse un poco aliviado se rodeó la cintura con una toalla amarilla, se miró al espejo y recordó que había olvidado su cepillo de dientes. Volvió a mirarse y notó el aspecto cadavérico que tenía - dejaré el gimnasio- se dijo.
Se peinó el cabello, y cuando acababa de notar de que en cuestión de horas había perdido más de la mitad del pelo, en la cabeza, cejas, pestañas, pecho y piernas, sonó el teléfono celular - te miraste al espejo?- decía una voz femenina y temblorosa del otro lado- lo estoy haciendo en este momento- respondió serio y miedoso- será por que lo hicimos?- preguntó ella- si, vos y yo sabíamos que si lohacíamos debíamos pagar las consecuencias- y comenzó a sollozar- te amo preciosa, te amo- repitió llorando.
- Yo también te amo, y no voy a olvidarte, en la próxima vida voy a encontrarte, es mi turno, bromeó ella con un tono de picardía.
- Y cómo lo harás?- preguntó.
- Te reconoceré por el aliento, estoy oliendo tu cepillo de dientes, es lo último que voy a hacer ahora... oler el aroma de las cerdas de tu cepillo, llevarme conmigo el aroma de tu boca.
- Eso es asqueroso- contestó él bromeando.
- Me gusta.

Horas más tarde sus cuerpos fueron enterrados en la Recoleta de Asunción.