martes, 13 de diciembre de 2011

De diferencias y pequeñeces

Si hay algo que no voy a negar, es lo mucho que la vida me enseñó. Lo que debo reconocer, no siempre lo puse en práctica.

 Al terminar el jardín, los profesores del colegio decidieron "experimentar" con algunos de nosotros. Al año siguiente, pasé directamente al primer grado, tenía 6 años, además del miedo porque "no sabía sumar ni restar" - Eso vas a aprender ahora - me dijo mamá.

Sumándole lo de mi estatura, siempre fui la más pequeña del grado, me sentía mucho menor con respecto a madurez, mis compañeritas ya estaban en "otra", cuando yo seguía jugando con plastilinas. No me costó mucho adaptarme, con una buena maestra y los mimos de mamá y papá, superé todos los obstáculos y terminé  el primer grado.

Recuerdo que una tarde, en el colegio, un compañerito me dice: - ¿Tu papá es borracho verdad? - la verdad que yo no comprendí a qué se refería, entonces le pregunté: - ¿Por qué decís eso? - a lo que mi compañero respondió: - Porque camina mal - Esa fue la primera vez en que me di cuenta de que papá caminaba "diferente".

Esa tarde, llegué a casa y le conté a mamá lo que pasó, ella me dijo: Papá no es borracho, cuando era chiquitito tuvo un accidente y le costó volver a caminar. No le hagas caso.

Años siguientes, la intriga en llegar al punto de origen, de porqué papá camina diferente, le sumé el "por qué no quiere hablar de eso".

Abriendo camino, me llegó a contar que cuando era pequeño, mis abuelos lo llevaron a la Argentina a seguir un tratamiento durante varios años, para poder "recuperarse", aprendió a caminar, a jugar fútbol, básquet, judo, a nadar, a andar en bici... aprendió a ser "un niño normal".

Luego volvió a Encarnación a seguir con su vida y estudios.

Él me enseñó a hacer "una bandeja" cuando practicaba básquet porque me resignaba a ser de corta estatura, me enseñó a "chutar de tres dedos" cuando ingresé a la selección de fútbol femenino del colegio. Me ayudó a superar mi pánico y a declamar frente a cientos de personas, hizo su máximo esfuerzo en enseñarme la guitarra y a nadar. Los dos últimos no llegué a aprender, pero por un error de la alumna, no del maestro.

Si adopté el hábito de la redacción y la lectura, es gracias a él, y si tengo un alma bohemia y me olvido de las cosas en todas partes, es porque la sangre no es agua.

Hace poco me contó una anécdota muy linda que me gustaría compartirla con ustedes:

Yo tenía 5 o 6 años, en el pasillo de la casa teníamos una planta de cáctus, un día, caminando por ahí, me entró una espina y me comenzó a dar fiebre. Como yo no hablaba, mamá no podía saber el origen de la fiebre. Me llevó al hospital y ahí luego de mucho examinarme, se dieron cuenta que tenía una espinita en el dedo. Luego de sacarme la espinita, me dieron unos antibióticos y mamá me acurrucó toda la tarde en el galpón. 
Entonces yo comencé a cantar:

"Los pollitos dicen pío pío pío
cuando tienen hambre, 
cuando tienen frío.
La gallina busca 
el maíz y el trigo
les da la comida 
y les presta abrigo..."

Era la primera vez que mamá me escuchó hablar y cantar, era la canción que aprendí en la escuelita para niños especiales donde iba. Mamá lloró mucho, porque supo que yo no tenía retraso mental.

La verdad que nunca ví a mi papá como una persona con algún tipo de  "retraso mental" o diferencia alguna. Es evidente a simple vista que los movimientos que él realiza requiere de un poco de esfuerzo, pero siempre me pareció lo mismo a lo que me cuesta concentrarme.

La semana pasada me contó otra anécdota que me dejó boquiabierta y me llevó a mantener un debate de varias horas con él:

Me habían llevado a Formosa para que me examinaran unos sicólogos, le habían dicho a papá y mamá que tenía retraso mental y que por ende tenía que ir a una escuela para retrasados mentales.
Ese año entré al jardín, y todas las mañanas, mamá cruzaba de Encarnación a Formosa para llevarme a la escuelita.
Ahí yo le miraba a un nene que babeaba, otro que movía la mano sin parar, otro que miraba el techo largo rato, y así, todas las tardes le contaba a mamá lo que pasaba y ella se dio cuenta que yo no tenía nada que hacer en esa escuelita, y al año siguiente, me llevó a una escuela de Encarnación.
La maestra me quería muchísimo y mis compañeritas me mimaban siempre. 

Y hablando y hablando de sus anécdotas, llegó a realizar el comentario de que él es una persona con discapacidad:

- Pero papá, vos no necesitás de la ayuda de nadie para movilizarte ni para realizar cualquier cosa no?
- Y no...
- Entonces no sos una persona con discapacidad
- Si soy una persona con discapacidad porque la gente me mira así
- Entonces la gente es la que tiene discapacidad, y no vos, la sociedad es la que está discapacitada (Cabe mencionar que estaba comiendo una hamburguesa y hablaba con la boca llena).
- El problema papá, es que vos te creíste esa historia, en lo más recóndito de tu cerebro, y estás firmemente convencido de que sos una persona con discapacidad. Un vivo lo que sos! Que discapacitado ni que ocho cuarto, vos sabés nadar, sabés jugar, ejecutás el piano y la guitarra sin problema y yo "que estoy en el 100% de mis funciones", lo cual es una vil mentira, no sé hacer nada de eso, vos me enseñaste a jugar, a hacer vuelta carnero y a volar una pandorga. Elegiste vivir como una persona con discapacidad y no como un escritor homenajeado de Encarnación. Vos elegís el título que querés llevar, y vos elegiste el más fácil.

La conversación duró unos minutos más, pero mi cerebro conversó toda esa madrugada. Me puse en sus zapatos, hurgué en sus inseguridades y comprendí el porqué de tantas cosas.

Recordé un comentario que hizo en mi cumpleaños número 25:
"Cuando tu mamá estaba embarazada de vos, una persona de su familia, dijo que vos no ibas a ser normal... y mirá lo que sos, una enana"

Llegué a la conclusión de que la ignorancia de ese tío habrá sido un trago muy amargo para él, pero espero haber sido una alegría para él cuando me vio llorar o ensuciar pañales en las madrugadas. Hoy ese tío sabe que mi papá es mejor papá de lo que es él, sabe que mi papá y mamá construyeron una familia con defectos y virtudes, pero que a pesar de todo, nos sabemos mantener unidos, y que por sobre todas las cosas, hay amor.

La ignorancia puede llevar a cometer muchas heridas no visibles, la ignorancia causa daño y destruye a la sociedad.

Y quiero terminar este post diciendo que amo mucho a mi papá, y que es una persona a quien admiro y amo con todo mi corazón. Y lo más hermoso de este mundo es ser diferente, es ser auténtico y único.

Te amo papi.