jueves, 23 de febrero de 2012

De lo que importa un carajo


Ayer, durante un ejercicio de meditación, me tocó experimentar los espacios vacíos que tengo.
Cuando creí que todo estaba mejorando, cuando estaba dando el paso siguiente para continuar con mi vida, cuando la sonrisa se volvió algo natural nuevamente, me di cuenta que tengo un vacío enorme, que ni el colisionador de hadrones podrá saber con exactitud el tamaño exacto, desde el inicio al fin que tengo dentro, en algún lugar del cuerpo.

Últimamente ando buscando la manera de sacarme el dolor de encima, y como expliqué a algunos amigos, no es el dolor que uno siente por el exceso de añoranza, o la falta de presencia de la persona a quien se extraña, si no el dolor ocasionado por el trauma de haber visto sufrir incontables veces, por meses enteros que llevaron a despedirte todas las noches de la misma, por la posibilidad que existió durante días de que ya no abra los ojos.

Durante meses ví todo lo que le hicieron, todo lo que sufrió y como la mujer más linda del universo se volvió un fantasma en tan solo días.

El corazón adquiere el color y la consistencia de una uva pasa, los colores se apagan y el pecho no deja de apretarte. Tratar de transmutar el dolor en inspiración no funciona en todos los seres humanos, y no a todos los que te rodean se les ablanda el corazón.

Cuando llega el momento en el el corazón dejó de bombear su sangre, y la septicemia corrompió todo lo que antes era vida, el tuyo, que aún bombea, siente un alivio casi celestial, por el hecho de que no volverás a ver sufrir a tu mamá nunca más. Solo tuvimos un minuto de llanto sonoro, como parte de una tradición casi instintiva, como si ese llanto fuera de nuestras almas que intenta despertar al alma de la persona que dejó esta vida, para que despierte, se desprenda y vaya a un lugar mejor, que solo cuando nos llegue el turno podremos saber si existe. Luego ya no hubo momento para llorar, la vida siguió su rumbo.

De un tiempo a esta parte, todas las mañanas en que me encuentro sola, con la rutina, solo escucho aquellos gemidos del dolor, solo veo jeringas sacando sangre, solo veo aquellos ojos tristes, resignados a lo desconocido que se acerca, aunque ella ya no esté.

Díganme cómo carajo me saco eso de encima? es parte del proceso? estoy podrida de repetirme eso todos los días, como tratar de convencerme de que voy a vivir con eso el resto de mi vida.
Hago todo lo que sea necesario para sentirme mejor, si me dicen que tengo que pasar la lengua a un sapo, para sentirme más viva, soy capaz de hacerlo.
A veces miro su foto de joven y trato de reproducir en mi cerebro los ecos de su sonrisa. Cuando veo mujeres que tienen pecas en las manos, imagino que es la suya, y cada vez que cocino, hago como si ella estuviera esperando a que llegue la hora del almuerzo. Pero no es así siempre.

Que alguien me explique lo que está ocurriendo con mi cabeza, que alguien me explique porqué suceden estas cosas, a los ateos del mundo les pregunto, y qué pasa ahora? qué piensan ustedes, qué ocurre después de todo.
Que me digan los sicólogos... que me estoy volviendo loca.

Busco respuesta en todas partes, porque en algún lugar debe haber una que me deje dormir tranquila, teniendo la certeza de que todo lo que ocurre es por una buena razón.

Mientras el resto del mundo se queja por superficialidades, y otros luchan por un mundo mejor, yo no dejo de pensar en todo esto, y me pregunto... ¿qué carajos estoy haciendo?

Para rematar el día, hoy me llega la cancelación de la cuota del terreno del lugar donde se enterró lo que queda de mamá, y vi mi firma de aquella vez en que desesperada amanecí con mis amigas y seres queridos juntando dinero para tener un lugar para ella, por si no pasaba esa noche. Revivir esos recuerdos me hicieron estallar en llanto.

Llorar no ayuda en nada, más que aliviar el espacio que ocupa el dolor, que a la vez, es un vacío.



martes, 14 de febrero de 2012

De los niños y nosotros los grandes

Mañana se recuerda el día del "Cáncer Infantil" por lo tanto, estamos invitados todos, a salir de nuestras casas con remera blanca, es un simple gesto de apoyo a los niños y los familiares de los mismos que padecen esta enfermedad. Es bueno recalcar lo que acabo de decir: "los niños y los familiares de los mismos" porque cuando uno tiene cáncer, es su cuerpo el que lucha contra la enfermedad, pero son los familiares que comparten el tiempo y los sentimientos de la persona.
Lo puedo decir yo misma que conviví durante 15 meses con el cáncer que se llevó a mamá. Uno se desgasta anímicamente, físicamente (lo cual sigo arrastrando hasta hoy) psicológicamente (lo mismo digo) y económicamente.
No quiero imaginar lo que será convivir con un niño que vive con cáncer. No quiero imaginar lo que serán los pensamientos de sus padres todas las noches.
Pero si están interesados en conocer un poco de lo que es la vida de ellos, te invito a conocer a Elda Cecilia, una guerrera junto a Lucas, su hijo.
No te cuesta nada ponerte una remera blanca, espero que lo hagas mañana.

jueves, 2 de febrero de 2012

De palos de Golf

No sabía yo que ahora los hijitos de papá salen a farrear con palos de golf para armar moquete y romper la cabeza del primero que se ponga en su camino. No sabía que los palos de golf podían ser utilizados como armas para ocasionar traumatismo cerebral con hundimiento de cráneo al primer ser humano que se cruce con estos delincuentes de la alta sociedad. Porque no son palos de golf robados por una partida de morochos ex convictos del reformatorio de Itagua, son hijos de papi que huyen de la justicia a Miami, son hijos de papi de apellidos de familias tradicionales que no se mezclan por nada en el mundo con un González o Pérez... son descencientes de raíces nobles, la crema y la nata...
Ojalá Dada salga sin una sola secuela luego de las operaciones.
Ojalá se vayan presos estos delincuentes a Tacumbú y les hagan el bautismo correspondiente con sus propios palos de golf.
Agradecería a todos que compartan, a ver si les llega la advertencia a quienes corresponda. Ellos saben quienes son.