viernes, 1 de mayo de 2009

Vivimos en un mundo de máscaras, y por naturaleza propia, la mía, he sido contrera desde mi primer aliento de vida, en esta tierra.
Desde que tengo uso de razón me propuse buscar la verdad de las cosas y enfrentarlas a capa y espada, me propuse ser una persona transparente, una persona honesta, leal. Eso implica un conocimiento radical del “ser” mismo.
Soy argel, rara, solitaria, maniática, cariñosa, agradable y sociable; las incoherencias de la personalidad, todas en una misma persona. Rocanrolera, bohemia, dormilona, habladora, de andar silencioso y marcado, densa y simple, práctica y complicada, experta en desatar nudos de hilos pero imposible en desenredar complejos, pequeña y altanera, orgullosa y humilde.
Y aún así, realizando una mirada introspectiva, en la que pretendo mostrar lo que soy, aún así, no me conozco, me asusto, me sorprendo de lo que soy, me desmotivo y me exijo, me castigo y me idolatro, me desaliento y me levanto.
Exigiéndome la transparencia cometí errores. Y me cuestioné, y me culpé, sin encontrar respuesta al “porqué”, pero con la respuesta del “para qué” entendí muchas cosas: Para que valores lo que tenés a tu alrededor, y para que des más de lo que podés, por que en realidad es posible.
Y ahora me toca levantarme, mirar alto y empezar de nuevo, debo atar cabos, juntar vidrios rotos, tirar a la basura los trapos sucios, juntar los papeles en blanco, pedir disculpas, reivindicarme, cambiar, o por lo menos mejorar, y si no mejoro yo, por lo menos las cosas debo hacerlas mejor.

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