jueves, 10 de diciembre de 2009

Anoche visité tu tumba.


Frío y oscuro sendero atravesé con dudas, laberinto de penas y flores marchitas que llamaban al recuerdo de aquellas vidas que quedaron detrás de sus putrefactos cuerpos.
Busqué sin parar tu tumba recién sellada, necesitaba enterrar con aquella caja de madera mis últimos recuerdos de pena y tristeza. Los cantos de los búhos eran cómplices del viento, el claro de luna iluminaba mis ideas, y mi deseo de enterrarte todo.
Encontré al fin aquel sitio que te cobijaba, entré al pequeño sepulcro que te protegía de la humedad, la lluvia y quien sabe que mierda. Pero no te protegía de mí, como a mí una vez nadie me protegió de tu maldad.
Destapé con algunas herramientas prestadas, porque pensaba devolverlas, del cuidador del cementerio; luego de acariciar esa madera fina, repujada, oscura de lado a lado, observé la cruz, me santigüé tres veces a los pies de tu féretro rezando un padrenuestro, y lo arranqué, porque no toleraba que sus ojos estén sobre mi recargo de conciencia. Lo acomodé en un rincón, y le dije al crucificado: Esto es una deuda pendiente, no es contigo.
Abrí de varios martillazos la madera, quité el protector luego de varias peleas. Y el olor por poco me vence. Te miré a la cara y te dije en voz baja: Estás tan podrido ahora… ni tanto como lo estuviste siempre.
Levanté tus párpados para imaginar que te estaba mirando a los ojos, pero los gusanos se me adelantaron y se llevaron la mejor parte, el cerebro, que ocultó mis gritos, mis pedidos de auxilio y piedad. Los gusanos se llevaron todo, dejando brillante el hueco… como si nunca hubiera pasado nada.
Ojalá los gusanos se lleven mi pasado.
Con una pinza te arranqué la boca, de dónde salieron tantas mentiras, tantas mierdas como de tu culo. Y procedí a arrancarte los dientes, uno por uno, uno por cada mentira, uno por cada vez que me dijiste fea, otro por cada vez que me hiciste menos mujer. Hasta que te quedaste sin ninguno.
Te arranqué los dedos de las manos, por cada maltrato físico, por cada golpe, por cada vez que intentaste ahorcarme, por cada vez que rompiste mis sueños y me hiciste llorar de desesperación.
Y te quedaste sin manos…
Tus testículos los colgué en la puerta de tu sepulcro para que coman los carroñeros, y tus parientes vean los restos del poco hombre que fuiste siempre. Las partes que te arranqué las tiré como las migajas de Hansel y Gretel para que los luisones sigan el camino tras mordisquearlas.
Te quemé en un baldío, y bailaba alrededor del fuego con risas siquiátricas y lágrimas de libertad. Tus cenizas las tiré en un basurero, para que termines junto a lo que fuiste siempre: Una Basura.
Tus recuerdos ahora son lo que siempre debieron ser: pura ceniza, pasado, basura, mierda.
Y al crucifijo lo llevé conmigo, y le volví a repetir: No es contigo.


Visiten la página de Abriles (de dónde robé las fotos) http://uifoto.ning.com/photo/photo/listForContributor?screenName=1nk5g0bsfd74z

8 comentarios:

Matías dijo...

Buenísimo :)

oz dijo...

QUE DENSO! no tenia idea de que podias escribir asi! brutal! genial!

Virginia Prieto dijo...

me pareció genial lo que escribiste, realmente muy bueno

beso grande

juan ϟ dijo...

super

Abriles dijo...

INSPIRADOR!!
de verdad, me has dado ideas

Don London dijo...

Genial! Me gustó muchísimo.. Un saludo

La pobre estúpida dijo...

Inteligente e inspirador!!!

Gerardo José dijo...

tanto tememos a veces ser eso, que terminamos siendo. y amarramos y forzamos aquello que sabemos que debimos soltar.
quizás nos cruzamos en cuentos, de tantas que veces que fui a buscar paz ahí.
espero estés en paz, no te conozco, pero todos merecemos paz